Descripción

Cuando por ahí de 2015 tuve noticia por primera vez del trabajo de Omar Lívano, gracias a otro tremendo poeta, Juan Andrés Herrera, tardé lo suficiente en leerlo hasta que el shock fue incontenible. Después, porque así es el oficio y por la impresión, tuve que hacer algo: me embarqué en la loca tarea de grabar sus poemas con mi voz, sin equipo, con mis rudimentarios conocimientos en edición de audio, pero dedicado a ello por varias noches (cuando los perros dejaban de ladrar en el barrio del Olivar del Conde, al poniente de la herida Ciudad de México). La experiencia me dejó importantes aprendizajes, pero el más importante: estaba yo frente a una obra poderosa, con una forma potente de sentir el mundo; inyectaba eso mucha emoción en mi cuerpo y sabía que su salida era la oralidad, el canto, el rezo, la voz. Unos años después, reescuchando aquellas grabaciones, afirmé lo que ya sabía: Lívano es una voz privilegiada de nuestro tiempo, y aunque, él dice “nadie quiere publicar su prosa” (no dudo que pronto se hará), en su verso hay fuego. Invito a los lectores a revisar con detalle esta obra, a darle calle y a hacer lo que haría Omar: ahullar estos versos, romperlos y con ellos romperse, porque vale la pena respirar aire de este tipo. Aire de verdad que encienda también nuestro fuego.

Jerónimo Emiliano
Cuernavaca, México, 1991