Miraflores, 22 de Noviembre de 2024
En primer lugar, vaya mi agradecimiento a la Editorial Gato Viejo por haberme invitado a participar en la presentación de esta obra del profesor Walter Salazar Pérez, la cual he leído con fruición estos últimos días. Este notable texto cumple a cabalidad el objetivo de su autor; a saber transportarnos por diversos paisajes, escenarios y confines del inconmensurable espacio que abarca el mundo de las ideas, la reflexión crítica y la creatividad literaria.
El título del libro, “El Viajero Inmóvil”, es muy preciso y, como lo plantea muy bien el autor a lo largo de sus páginas, es una invitación a sumerjirnos en una travesía formidable para conocer una infinidad de contextos, ambientes, personajes y procesos de diversas épocas y realidades a través de una variada gama de textos de su inagotable acervo literario.
En líneas generales, lo que nos propone Walter Salazar es algo muy concreto: una revisión de la enorme cantidad de libros que ha leído teniendo como punto de referencia su acusiosa mirada de lector empedernido. Al presentarnos la diversidad de autores y obras que ha analizado – alrededor de 250, que son una mínima suma de todo su bagaje de lecturas – nos pone en el contexto adecuado de cada una de ellas y – esto para mí es lo más importante – nos brinda su perspectiva particular que nos ayuda a entender y recrear cada texto. Bien podría decirse que al hacer este ejercicio el autor le da un valor añadido a la obra que comenta, que la hace aún más imperecedera y universal.
Si es que hemos leído el texto que comenta, nos enriquece con su erudición y nos hace entender con mayor precisión lo que tal vez no habíamos captado en su adecuada dimensión. Confieso que una gran proporción de los libros que analiza el profesor Salazar no los había leído; pero lo mágico de su presentación es que por la versatilidad y delicadeza de su pluma el lector se siente conmovido y, aun sin conocer la obra en sí, se puede adentrar en su mensaje y trascendencia. En todo caso, Walter Salazar nos invita a que hagamos nuestro propia viaje con la ayuda de su impecable guía.
La obra lleva por título general uno de las crónicas que encontramos en la página 101 del libro, titulada “El Viajero Inmóvil” y que se refiere a cómo el extraordinario escritor francés Julio Verne gestó una de sus principales novelas que exploraron las aventuras, los viajes y la ciencia ficción. Walter Salazar nos recuerda cómo Verne se entregó al mágico ejercicio de la ficción a partir de su deseo infantil por explorar otras vidas, vislumbrar nuevos paisajes y explorar el misterio del viaje por lugares fabulosos y rincones de ensueño.
En ese sentido, la motivación inicial de Julio Verne se convirtió en, cito al autor:
“la metáfora perfecta de la literatura y de las obras de ficción en general, pues tanto el escritor como el lector….pueden adquirir la condición paradójica de viajeros inmóviles, trasladándose en la inconmensurable nave de la imaginación a mundos y regiones ignotos sin apenas moverse de sus lugares de residencia, viviendo vidas alternativas y vicarias gracias a esa máquina fascinante inventada por el genio de los grandes creadores”.
Asì, pues, podemos asociar este planteamiento del Viajero Inmóvil al carácter enriquecedor y trascendental del encuentro del lector con la obra literaria en la que nos conectamos con la experiencia estética y nos adentramos al conocimiento de la condición humana. En este orden de ideas, en la crónica que Walter Salazar le dedica a la colección de cuentos persas, indios y árabes reunidos bajo el poético título de “Las Mil y Una Noches”, nos rescuerda que:
“La literatura es una asunto de vida o muerte, que nos salva, como Sherazada, de ser triturados por la pedestre realidad y sus prosaicos designios. Siempre podemos tener la esperanza de que antes de que llegue nuestro final, un caudal de fabulosas historias matizarán nuestras vidas de ilusiones y sueños que enriquecerán lo que de otra manera serían grises y aburridas existencias”.
El profesor Walter Salazar despliega un vasto conocimiento de autores de diversa procedencia. Ya en un texto anterior, publicado el 2018, nos había deleitado con ese estilo tan peculiar de él – y tan generoso para los lectores – de interpretar, de manera a la vez rigurosa y amena, grandes obras de ficción, pero también de no ficción.
En efecto, “El Centauro en el Espejo” es la primera entrega en la que el autor nos brinda parte de su saber enciclopédico a partir del análisis de textos de diversa factura. El “Viajero Inmóvil” es la continuación de este camino que, para beneficio de los lectores, parece interminable. Y es que seguiremos esperando con entusiasmo que tenga otras publicaciones para que nos ayude a entender o despertar la curiosidad para comprender las mejoras obras tanto de la literatura, como de diferentes áreas del conocimiento.
En esta época que nos ha tocado vivir en la que contradictoriamente hay un abanico mucho más amplio de opciones para la lectura, se dice, sin embargo, que el interés por el texto escrito en su formato clásico ha venido decayendo. Mucho se debate incluso sobre el futuro de los libros escritos en papel. En la era digital, que apenas comienza y en la que estamos cada vez más inmersos, se vienenn imponiendo los compactos formatos electrónicos en detrimento de los textos más largos de otrora. Se dice incluso que los jóvenes de hoy se sienten menos atraídos a leer las obras de mayor volumen, pues en el ciberespacio de las redes sociales lo que priman son los textos cortos y, probablemente, parece un hecho irreversible el empobrecimiento del lenguaje disfrazado de economía lingüística.
En medio de las diversas temáticas que aborda el profesor Walter Salazar se refiere en una de sus crónicas a los trabajos del historiador y pensador israelí Noah Youval Harari quien, como se sabe, escribe sobre la evolución de nuestra especie desde sus orígenes hasta nuestros días y advierte sobre los riesgos en los que nos encontramos frente al avance de la Inteligencia Artificial.
Recientemente, Harari ha publicado otro de sus bestsellers, “Nexus”, que de alguna manera complementa esta perspectiva, un tanto apocalíptica, sobre el futuro de la humanidad a partir de una mayor sofisticación de las tecnologías de la información en las que la Inteligencia Artificial asume cada vez más tareas antes privativas del cerebro humano.
Habría que preguntarse si la creatividad literaria, si la capacidad para concebir ficciones a la manera de un “Viajero Inmóvil” tambien nos será arrebatada por la Inteligencia Artificial. Dejémos ese tema pendiente para que nuestro autor lo analice en una de sus próximas entregas de análisis de textos. Sólo quiero recordar como anécdota, en mi condición de diplomático, que hace muchos años se contaba con mofa lo señalado por el escritor satírico francés Roger Peyrefitte, quien con sorna proclamaba:
“Mientras que las computadoras no aprenda a tomar champagne y comer langosta existirán los diplomáticos”.
Probablemente, incluso hasta ello podría ser devorado por la Inteligencia Artificial.
Quiero destacar por otro lado que en mi caso particular tengo una especial identificación, digamos de ubicación generacional, con la perspectiva y visión de los textos que el profesor Salazar nos comenta. Pertenecemos a la misma generación; una que pasó por los claustros universitarios en los años 80, la denostada década perdida que precedió a esa transformación teutónica ocurrida en el mundo tras la caida del muro de Berlín y el colapaso del Socialismo de Estado en la Unión Soviética y las naciones de Europa del Este. Me tocó vivir también intensamente esos años 80, que aunque, tal vez fueron una década perdida en lo económico y social para nuestro país y la región latinoamericana, nos aportaron un sinfín de ideas y nos enriquecieron con la enorme profusión de creatividad en diversos terrenos del arte y la cultura.
Uno de los textos que comenta el autor en la página 201 me hace volver, como viajero en el tiempo a esos años 80. Me refiero a su perspectiva sobre la película “Maruja en el Infierno” de Francisco Lombardi, estrenada en 1,983, que a su vez está basada en la novela publicada en 1958 por el escritor Enrique Congrains titulada “No una sino muchas muertes”. En su comentario, Walter Salazar nos explica de manera muy didáctica la trama central de ambas obras y a su vez hace un deslinde entre el lenguaje cinematográfico y el literario.
Asimismo, más allá de las diferencias de técnica narrativa, nos ubica en el contexto histórico y social de estas obras que abordan la crudeza de la vida en la marginalidad de una urbe como la nuestra que desde la segunda mitad del siglo pasado ha venido creciendo de manera caótica y descoyuntada. En su perspectiva, ambas propuestas constituyen:
“Dos experiencias rotundas y fundamentales que se complementan en la visión de una sociedad con múltiples grietas y roturas, retos permanentes para el individuo y la colectividad, puntos de inflexión en nuestra cabal comprensión del infinito camino que nos espera como país a construir”.
En lo personal el texto sobre Lombardi y Congrains que nos comenta Walter Salazar tiene un impacto especial. La película me conmovió sobremanera en esos años años 80, y por varios días estuvimos comentándola en sus diferentes dimensiones y matices con los compañeros de clase de la Universidad Católica. Justo en una época en la que buscábamos toda clase de herramientas para entender ese país que bullía en efervescencia social. Esa experiencia universitaria fue para mí tan impactante que la registré en uno de los capítulos de mi novela “Salvado de las Aguas”, en el que unos imberbes jóvenes universitarios se enfrascan en una discusión precisamente sobre el significado de la película “Maruja en el Infierno”.
Un elemento que considero muy relevante en la obra del profesor Salazar es que intercala las crónicas sobre los diferentes autores y escenarios con sus propias vivencias, lo cual enriquece aún más nuestro entendimiento sobre diversas áreas de la cultura universal y sobre la propia evolución de nuestro país.
Así por ejemplo al abordar la obra de Raul Porras Barrenechea “Pequeña Antología de Lima. El Rio, el Puente y la Alameda”, referida a los textos que sobre Lima se habían escrito hasta las primeras décadas del siglo XX, el autor nos presenta también su propia experiencia de su llegada a Lima como migrante desde su natural Jauja. El relato de su relación personal con esta megalópolis nos identifica a muchos de los que también hemos venido de la provincia y nos hemos instalado en esta gran ciudad a la que, pese a todo, hemos aprendido a querer a pesar de sus “duelos y quebrantos”.
Para terminar quisiera destacar el encomiable equilibrio que muestra el profesor Walter Salazar al analizar la cultura nacional y universal sin dejar de lado las raíces de su natal Jauja. Y en este sentido, sigue los pasos de su mentor intelectual el gran escritor jaujino Edgardo Rivera Martinez. Al referirse a la obra de este notable escritor nacional en su crónica denominada simplemente “Edgardo” (pag. 209). nos dice:
“..esa dicotomía entre los andino y lo universal…en Jauja no se vivía como tal, pues en su talante cultural, en su idiosincracia de ciudad cosmopolita, lo andino era lo universal, así como lo universal era lo andino, sin oposiciones ni conflictos. Ese abrazo cultural se vivía como algo natural, era el mismo oxígeno que se respiraba en el aire benéfico de la ciudad”
Y el amor a la tierra que lo vio nacer, a su Jauja natal, la primera capital fundada por los españoles en el Perú, está presente en diversos pasajes del Viajero Inmóvil, siguiendo el modelo establecido en El Centauro en el Espejo. Por ello, quizás un aporte no buscado adrede por Walter Salazar sea que, aparte del viaje literario, nos animemos también a hacer un desplazamiento fìsico a su esa Jauja milenaria que, qué duda cabe, como el autor nos lo ha transmitido, es un punto de intersección de nuestro mundo andino con la cultura universal.