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Abril y lejanía

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No obstante, esta imperdonable y vergonzosa indiferencia, significó muy poco o nada para una poeta como Carmen Luz, que iba por la vida preñada de versos, de luz, de inteligencia, dándose el tiempo para observar cosas importantes como el equilibrio de la naturaleza, atender sin descargo los espacios dormidos en cavernas del átomo, decir del golpe del colmillo y de los cantos rodados, así como visitar en sueños el aroma y las olas del mar de Tanaka disfrutando con sosiego el indescriptible fulgor de los astros. La insigne poeta nos dejó el ejemplo de escribir ajena a lauros y convencionales halagos. Tan solo honrada con ese don que iluminaba su naturaleza creadora sin soberbia alguna. Así como ocurre con toda poeta de excepción que ha cruzado el Rubicón.

Alabastros

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Su poesía está marcada por el nihilismo y el pesimismo descorazonador, poseen una atmósfera oscura y angustiante Sin embargo, salvo la poesía, hace mucho tiempo que nada queda de esa época despreocupada en la que sus poemas volaban como hojas sueltas de un árbol otoñal. El río volvió a su cauce y el pesimismo nihilista dio paso a una reflexión más calmada y volitiva. En este conjunto de poemas posteriores.
José Caro no cae en la apatía filosófica, que es el soportar impasible. Nos invita a la acción, a la resistencia obstinada, frente a lo inasible: el amor, la finitud y el vacío, dándole a su poesía un tono muchas veces sentencioso e imperativo como en el primer poema de este libro.

Ayataki

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Aquí ambas se enlazan. Así, la idea de escribir para cambiar. “Abrir una página en blanco /cerrar las heridas/inaugurar una piel nueva/. Al final nos dice “quiero cerrar la página/y saber que al abrirla/no va a estar llena de sangre” y, a la vez, también escribe “quiero cerrar mi cuaderno /que ya no exista un lugar para respirar/”.
La poesía como salvación, como el lugar para respirar, el lugar donde llegar. El eterno retorno a la inocencia perdida “en la tarde que Dios le negó su mirada al mundo”.
Desde la ciudad que tiene que ser apropiada a pesar de no estar preparada para la migración que inundo Lima. Es en esta ciudad que se expande con apresuramiento y olvido que la poeta expresa su relación con la ciudad, en la segunda parte del libro, Camino al Sol:

“Hemos cercado la ciudad/la gente nos mira/extrañada/algunos se alejan/asqueados /y repelidos/ por nuestras ropasDiana Miloslavich

Bomba Atómica

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El amor y las despedidas siempre terminan ocasionando internamente más daño que una guerra convencional.

Cartas de Ultramar

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Este poemario nos regresa a la sensibilidad que existe en las cosas comunes que pasamos por alto por tenerlas siempre frente a nosotros; el amor, la fatiga, el orden, el error. Este monólogo lleno de humor y reflexión nos invita a atrevernos a sentir la profundidad de cada paso que damos, a gozar de lo simple, a comer con la mano. Sin duda, alguna de estas líneas buscará un refugio en cada lector alentándoles a encontrar la brújula que los lleve a perderse.

Escritos de un corazón ardido

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Escritos de un corazón ardido son poemas escritos normalmente de madrugada. Los escritos elegidos para este libro son la recopilación de poemas con más de cinco años de antigüedad. Es un libro de esos escritos que uno hace cuando siente el corazón explotar.

“No sé si sea un escritor vestido de ingeniero, o un ingeniero vestido de escritor”.

Las eras de junio

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Jorge Bacacorzo entregó con “Las eras de junio” un épico canto al fragor de la resistencia contra los abusos, una fina lírica de corte singular, nacional y universal al mismo tiempo y una advertencia a las épocas venideras, para las élites y su mundo de espaldas a los pobres, que para perpetuarse deben usar las armas, el odio y el crimen.
Veinte años después de su retorno a la actividad pública literaria y política, el maestro Bacacorzo fallecía en su casa de Lima, en junio de 2006, acompañado de su familia. Esta vez sí de verdad, pero no su obra que vive incandescente en todas las eras de todos los junios de las gestas populares.

MiDoR/I

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Midori está sola, se llama a si misma solitaria, su voz es la epifanía en la última de esas voces que dicen conocernos. Es la rabia en los girasoles, la voz que nos dice “yo no resucitare al día siguiente de mi crucifixión, sino cada mañana con la luz”. A Midori la sueño grande, inmensa, parecida a una montaña. La proporción del sueño no es clara, porque a veces, uno también es montaña. Otras veces, de tamaño normal, el interior dibuja un fruto con textura suave que intentamos probar. Nuestra aventura religioso-sexual es el mismísimo oráculo que aquí nos habla.