Descripción

Willni Davalos siempre ha podido hablar con ojos que han sido subyugados a lo infecto, y remover los hoyos con gracia, haciendo dudar al lector hasta el punto de que este se pregunte: ¿hay manera de saber lo que queremos oír? Su obra en general tiene un regodeo solar, una fina tela de astralidad vibrante donde la intimidad de un baile se dilata como un escudo. Midori sabe de ahmor, la tumba más antigua en la que nos miramos como en un espejo, esperando renacer en el campo estrellado, gritando a los abismos al sobrevolar sus heridas como buitres. El ahmor de Midori siente abrirse, limando sus espinas en la víspera de un brebaje, teniendo consciencia del ser necesitado y del necesitar, sin que eso pueda aplacar su deseo.
Midori está sola, se llama a si misma solitaria, su voz es la epifanía en la última de esas voces que dicen conocernos. Es la rabia en los girasoles, la voz que nos dice “yo no resucitare al día siguiente de mi crucifixión, sino cada mañana con la luz”. A Midori la sueño grande, inmensa, parecida a una montaña. La proporción del sueño no es clara, porque a veces, uno también es montaña. Otras veces, de tamaño normal, el interior dibuja un fruto con textura suave que intentamos probar. Nuestra aventura religioso-sexual es el mismísimo oráculo que aquí nos habla.

Italo Passano